lunes, 25 de octubre de 2010
En el camino de Jack Kerouac
En el camino
Jack Kerouac
Si de Bukowski dije aquí que había que leerlo con una copa en la mano, En el camino hay que leerlo con algo de jazz de fondo, o Miles Davis o Charlie Parker..., para que la música, más que poner una banda sonora de fondo sea la que imponga el ritmo de la lectura. A veces trepidante, otras lento, esta obra es, en todas y cada una de sus formas, el jazz hecho libro.
Sal Paradise es un joven americano, veterano del ejército, que intenta buscar y conocer a fondo tanto a sí mismo como a América. Sus inquietudes le llevan a recorrer, de Este a Oeste, todas las ciudades entre Nueva York y Los Angeles. Siempre con o buscando a sus amigos, gente como Dean Moriarty, Ed Dunkell, o Carlo Marx, que a la vez que le acompañan le ayudan y le guían en esa búsqueda de la liberación de las normas establecidas. Repartidos en cinco partes, cinco viajes realiza el protagonista. El primero me recordó mucho a Las uvas de la ira por ese viaje al Oeste en un intento de hallar algo mejor, con los mismos paisajes, del polvo que se extendía por los campos de cultivos, los vagabundos en las carreteras. El quinto es seguramente el más diferente ya no sólo por que el destino es Mexico, si no por que parece querer ser ese gran viaje final en el que se liberan todas las ataduras morales y se busca el viaje perfecto, un punto y final digno a su propia libertad.
Cuando hablo de que este libro hay que leerlo con jazz me refiero sobre todo a la forma de Kerouac de escribir, con temas lentos y homogéneos, que paran en cada detalle para ser analizado, pasando a capítulos veloces, en los que todo es pasado por encima, si acaso nombrado. A veces el texto es una retahíla existencialista, triste y lánguida que desespera en su lectura, y otras es sin parar de referencias, de aquí y de allí donde no existe orden alguno y ni siquiera parece que el autor sepa lo que hace, sólo lo hace por que así lo siente.
Con el paso de las páginas es Sal (el propio Kerouac), un joven que no quiere ser como los demás, pero que ve como todo lo que le rodea si lo hace, el que va aceptando la vida como le viene. Sus amigos, grandes vividores y buscavidas, empiezan a asentarse, con trabajos estables, familia, responsabilidades. En cierto momento del libro en el que están todos reunidos comienzan a criticar a Dean por ser un cabeza perdida y sólo es Sal el que lo defiende, el que realmente lo comprende.
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