Yo no soy Joyce: La decadencia de los dioses (un cominezo)

martes, 4 de agosto de 2009

La decadencia de los dioses (un cominezo)

Cuenta la leyenda que fue hace miles de años cuando el país estuvo a punto de caer en las manos de la maldad y la muerte.

Cuentan los mitos que cuando la desesperación embargó los corazones de toda la humanidad sólo unos pocos consiguieron hacer frente a la adversidad y luchar por mantener la cordura y hacer frente al destino.

Cuando cantan los trovadores los episodios de este fatal hecho lo hacen con una pasión y con una tristeza tal que los espectadores, aun pasados tantos años, nunca han dejado de creer que fuera cierto.

La leyenda nos habla desde un rincón apartado de la historia, desde la oscuridad de la memoria, pero lo hace con fuerza, y aunque después de tantos años algunos datos se han perdido o han sido magnificados e incluso cambiado nombres o proezas, hay una persona que sabe realmente lo que pasó, pues estuvo allí: un viejo arrugado por el viento cuyos ojos han dejado de brillar con luz propia para hacerlo reflejando la luz de las estrellas. El viejo había dejado de alimentarse para así poder perder ante la muerte y obtener una muerte que había merecido hacía ya demasiado tiempo. Pero siempre estaba dispuesto a volver a contar su historia a quien pudiera llegar hasta lo alto de la montaña donde quedó postrado por la voluntad de algún ser cruel y vengativo.

Un joven, que conocía todas las leyendas, que había escuchad a todos los trovadores y que había leído todos los papiros que se habían escrito sobre La Decadencia de los Dioses. Pero cada nueva versión, pareció el joven constatar, tenía datos nuevos o eliminaba otros, y eso, para él, era algo que lo volvía loco. ¿Era verdad que los dioses recurrieron a los hombres para solventar un dilema que tuvieran?, ¿o fue simplemente un capricho de los mismo aburridos por tantos eones de su sóla presencia?¿Fue una guerra entre todas las tribus?, ¿o sólo fue una escaramuza sin más consecuencias que la muertes de algunos pocos aldeanos?, y, ¿es cierto que 6 hombres lucharon contra un ejército entero y lo hicieron huir?¿Los 6 eran simples campesinos conocedores del peligro que amenazaba la paz o eran grandes soldados forjados en cientos de combates que habían adquirido una destrezas de combate equiparables al propio Avatar de la guerra? Todas estas preguntas le llenaban la mente desde que despertaba con el primer rayo de sol, y lo acompañaban durante su búsqueda de nuevos contadores de historias para preguntarle su conocimiento sobre la Decadencia de los Dioses, y al dormirse seguía con las mismas dudas que lo acompañarían en sueños. Tal era su angustia.

Un día, en una aldea perdida de las montañas, en el Territorio Sur, un niño, al escuchar lo que el forastero preguntaba se acercó a él y le dijo que si le acompañaba podría llevarlo ante alguien que le contaría lo que de verdad ocurrió. El corazón de este joven historiador, se aceleró, y una ilusión que había perdido ya hace tiempo para dejar paso a la obsesión volvió veloz y no paraba de preguntarle al chico “¿Es cierto que es la verdadera historia?” y el chico no dejaba de decirle que sí, que él había oído decir que nadie la contaba ni se la sabía como él. El historiador lo siguió hasta una pequeña choza de barro oscuro, con un techo de paja, que hubiera necesitado una buena mano para los enormes huecos que tenía. El interior de la cabaña era ridículo, con la justa superficie para dejar tumbarse a una persona y poco más. Cuando el joven miró hacia el techo se percató de que los destrozos de este eran mucho más considerables de lo que se apreciaba desde fuera. El techo había perdido completamente su función, dejaba pasar sin interrupción los duros rayos de sol y la intensa lluvia. El olor que le recibió era el de la muerte pero mezclado con una pestilencia, de excrecencias del cuerpo insoportable. Tuvo que hacer una esfuerzo enorme por no vomitar su escaso desayuno y por no llevarse la mano a la nariz y tapársela, pero no quería resultar grosero ante aquel intento de vida. El ser que tenía delante era grotesco en toda su esencia. Los ojos habían desaparecido para dejar ver unos huecos negros y profundos, donde si uno se fijaba bien, podría ver asquerosos gusanos. La boca había perdido todos sus dientes y la lengua estaba repleta de pústulas que molestaban al ser al hablar. La enfermedad de la carne había hecho estragos en su cuerpo y tanto manos como pies habían dejado una enorme ausencia en unas extremidades que no hubieran soportado ese peso. Y la nariz había seguido el mismo camino y hacía que quien mirase esa cara se enfrentase a una parodia de la faz humana.

El joven se sobrepuso a la repugnancia que el viejo le causaba. Su necesidad de conocer la verdad le hacía llegar a ser, si no valiente, sí arrojado. Le preguntó sobre la historia. Pero resultó ser tan ambigua y repleta de incoherencias que el desaliento pronto hizo mella en la determinación del caminante. Sus ojos se llenaron de tristeza y su mente dejó de escuchar al viejo.

-Veo que mi historia ya no te interesa joven- El viejo se había dado cuenta de la falta de atención de su interlocutor.
-Lo siento venerable anciano, pero busco la verdad de esta historia y llevo años caminando para encontrarla pero sólo encuentro historias totalmente diferentes unas de otras.
-¿para que buscas tanto la verdad de esa historia? Pasó hace tanto tiempo que ni el mundo la recuerda ya bien.
-Porque necesito saber que pasó, cuáles fueron los hechos concretos, recorrer esos parajes y así, presentarla al mundo y enseñarle que esos Héroes existieron y lucharon por nosotros y el futuro del mundo. Poder escribirlo en papiro y dejarlo para que nunca cambie la verdad y cualquier persona pueda acercarse a estas letras para que nunca cambie la historia y siempre sea la misma.
-Hijo mío, eso es una tarea venerable, pero sin sentido, soy considerado la persona que mejor conoce la historia, que ha oído las palabras de uno de los Héroes.
-¿Cómo?- gritó tan alto que él mismo se asustó-¿Quiere decir que usted escuchó la historia de uno de los Héroes? ¡Eso es imposible!- y se empezó a levantar.
-Tan absurdas te resultan mis palabras que te levantas sin darme el más mínimo crédito…-Un sentimiento de pena embargó de tal forma al caminante que volvió a sentarse.
-Lo siento anciano, pero eso pasó hace demasiado tiempo, es imposible que nadie quede vivo.
-Y yo no digo que el Héroe este vivo, digo que yo lo ví vivo. Dudo que ya lo esté.
-Anciano, por muchos años que posea, es imposible que lo viera vivo.
-Eso creímos nosotros cuando nos dijo quien era, pero nos demostró que era él. Estuvimos dos semanas escuchando la historia y, ahora, con el paso del tiempo más seguro estoy de que contó la verdad. Pues comprendo que al contarnos la historia nos hizo participes de su maldición.
-¿maldición?
-La maldición de una vida sin fin.
-¿Quiere decirme que es usted inmortal?
-Ojalá lo fuera, pues ahora no sería un viejo decrépito sin fuerzas siquiera para exhalar mi último aliento.- el viejo hizo una pauso y agachó la cabeza- Al contarnos la historia nos hizo compartir su maldición, o al menos una parte, pues aunque llevo vivo más de lo que nunca hubiera deseado, estoy a punto de morir y por fin lo sé. Pero el llevaría vivo los miles de años que pasarían desde la Decadencia de los Dioses hasta que nosotros lo encontramos en la cima de una perdida montaña.
-Digamos que le creo y…
-No necesito que me crea muchacho-la resignación le hizo escupir cada palabra. He vivido lo que he vivido y no necesito que un crío me diga que me cree.
-Perdón, le creo. ¿Podría decirme dónde encontraron a ese héroe?

Le costó convencer al restodevida para que le diera la información de su viaje y una localización más o menos aproximada de donde podría ser la montaña en cuya cima deberían estar los restos de ese héroe.

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