La música de fondo era una recopilación que un colega le había hecho hace algún tiempo. Siempre había querido conocer esa música, y la verdad es que le gustaba, pero sobre todo le ayudaba a relajarse, una música que le ayudaba a pensar. Subió algo más los altavoces.
Se sentó en la mesa del salón y encendió su portátil. Miró su correo, las noticias y algunos blogs que le gustaba leer. Aunque ya no formaba parte de su antiguo mundo le gustaba seguir en contacto con esa gente para mantenerse al día y para saber como iba ese mundillo tan loco pero con el que tanto disfrutaba. No obstante seguía pasando miles de horas de su tiempo libre en ello. Si alguna vez le hubieran dicho hace 5 años que iba a terminar así, hubiera flipado, reirse no, sabía lo puta que era la vida, pero flipar, sin duda. No estaba donde hubiera querido estar, no hacía lo que tanto deseaba hacer, y no llegaría donde había soñado llegar, pero cuando miraba hacia atrás nunca dejaba de reirse. Había sido todo tan divertido y a la vez tan rápido que se lo pasaba "pipa", como si fuera en un tobogán, rememorando esos años.
Abrió un par de portales, controló algunas gestiones, y aseguró que todo se hacía como debía. Cambió la música. Más fuerte, más contundente, más pesada. Se fue a la ducha y mientras el agua corría y se calentaba hizo algunos ejercicios para relajar el maltrecho cuerpo, le habían dado de eso que llamaban "jarabe de palo" y le había sentado de miedo.
Cuando el agua corrió por su espalda, ardiendo, como a él le gustaba, casi tan caliente que a veces necesitaba controlarse y no salir volando de la ducha, sintió una sensación de relax inmejorable. Al rato cambió bruscamente la manivela del agua y esta emepzó a enfriarse hasta parecer agua de un iceberg. No le hacía mucha gracia hacerlo, pero decían que tonificaba los músculos y eso era signo de buena salud, así que no se permitía no hacerlo cuando volvía de entrenar. Había subido la música lo suficiente como para oirla debajo del ruido del agua y mientras ponía el agua a una temperatura más normal comenzó un solo de guitarra que captó toda su atención. Durante un rato sólo escuchó el solo y para cuando terminó decidió que ya estaba bien de agua. Se secó y se puso las zapatillas de estar en casa. Se fue a la cocina para prepararse un sándwich y un vaso de leche.
Se puso delante de la tele y buscó algún canal con algo que le apeteciese ver. No había nada. Cogió el ordenador se lo puso en el regazo y vio alguno de los episodios de alguna serie que tenía descargado. Puso un par de ellos y se fue a la cama, donde, como siempre, le esperaba algún libro para leer antes de acostarse. Esa noche prefirió comenzar alguno de los pequeños, pero que hacía tiempo que había aprendido que no por ser tan enanos dejaban de ser igualmente increibles a cualquier tocho de mil páginas. En una hora terminó con él, lo cerró y se puso a pensar en la sensación que le había dejado el libro, como si fuera algún buen plato que hay que degustar poco a poco, o como un buen vino al que hay que dejar que te llame al sabor. Mágnifico.
Aunque no era tarde y podría haber seguido leyendo o incluso levantarse a ver la tele prefirió apagar la luz y dormir. Mañana era un día duro y la tensión por que se acababa el plazo de entrega seguiría en aumento y necesitaba estar a máximo rendimiento.
Antes de caer profundamente dormido se hizo una pregunta que pudo responder sin necesidad de pensarlo:
"Sí, soy feliz."
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