Rafael Balanzá
Título sugerente y primeras páginas trepidantes. Ahí es donde termina el libro. Nada más que ofrecer al lector, ninguna novedad, ninguna sensación indescriptible que nos envuelva y nos haga olvidar que estamos leyendo un libro. No quiero ser duro con un libro que ha sido reconocido con el premio Café Gijón, pero es lo que pienso nada más terminarlo.
Con un lenguaje pomposo y cansino el autor nos presenta un acontecimiento prometedor: un amigo de juventud le comunica al protagonista que lo va a matar. Pocas cosas he leído tan contundentes como esa, pero es un inicio que se pierde y desinfla con la lectura. Una idea con tanto potencial es diluida por un autor que no sabe que hacer y que resuelve las distintas escenas con recursos más que manidos.
Algo que ha llegado a enfadarme ha sido lo poco creíble que son los personajes, lo faltos de coherencia que están, y en un texto que juega a evolucionar al protagonista dentro de su vida y de su ser, es un gran fallo y sin duda un fracaso. Sólo uno de los personajes secundarios llega a transmitir algo, pero es tan secundario, tan falto de provecho, y tan vergonzosamente desechado que llega a no importar lo demás.
Una lectura de esas que no merece rememorar y que relegaré al final de mis estanterías.
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