Yo no soy Joyce: El valor de un pequeño detalle

miércoles, 13 de enero de 2010

El valor de un pequeño detalle

Paré a tomarme algo, eran las siete de la tarde, ¿qué se toma uno a esa hora?,¿café?,¿cerveza? La verdad es que ni yo sabía por qué había parado, ni para qué, sólo que lo hice.

Me senté en la barra y pedí lo primero que se me pasó por la cabeza: una cola, según la estaba pidiendo ya me estaba arrepintiendo: demasiado frío para un refresco, aun así no le dije nada al camarero, que más daba, digamos que pensé en pedir algo para que el camarero no me preguntara que narices hacía ahí sentado sin consumir nada, con cara de imbécil. Y la verdad es que debía de tenerla, los días no avanzaban como yo quería, nada me salía bien, y cuando intentaba explicárselo a la gente lo más que hacían era aparentar que me entendían. Demasiado para mí. Hacía cosas que odiaba sólo por que había que hacerlas, que era lo normal, lo que hacían todos: un trabajo, un sueldo, un horario, un calendario... Y yo lo odiaba todo, sólo aparentaba disfrutarlo para que me dejaran en paz, hacía los mismo comentarios ambiciosos que hacían todos, sólo por que era lo convencional y lo que se esperaba de mí. En pocas palabras: estaba aburrido de mi vida.

Más lógica ahora mi cara de idiota, ¿verdad? Pues ahí estaba, sentado, absorto encada uno de mis pensamientos y sin mirar más allá de mí mismo cuando la sonrisa más bonita, hermosa, ysincera que jamás he visto me cautivó. Tardé casi veinte minutos en darme cuenta que le pertenecía a una chica y la verdad es que me dio igual, pues no fue lo bonita o sexi que pudiera ser la propietaria, lo que si que me importó fue el objeto en propiedad: una sonrisa sincera y limpia, grande, que mostraba una hilera perfecta de dientes blancos.

Era tan cálida que me sentí arropado, sin miedo; tan dulce que mi cara de idiota se transformó en una sonrisa de bobalicón; tan sincera que quise ser sincero conmigo mismo y empecé a darme cuenta lo que había olvidado hace demasiado tiempo, recordé mis palabras, mis recuerdos, recordé todo aquello que una vez me hizo ser quien fui, pero alguien que se había perdido en un mar de sinsentidos y medias verdades que ni él mismo se creía pero que las defendía a capa y espada.

Había defendido la felicidad por encima de todo, que el dinero era sólo un instrumento para alcanzar otros fines, pero del que "hay que estar en guardia pues puede esclavizar cuerpo y mente de una persona", esto lo escribía yo no hace tanto tiempo. Siempre defendí que la familia era lo más importante para mí, que nunca dejaría que nada me apartara de ella. Y a cambio de buscar la felicidad en las pequeñas cosas fui directo a la grandeza, a luchar por se más y más grande. En el camino olvidé todo, no quería escuchar a nadie, ni me interesaba nadie que no aceptara mis ideas y que lo que hacía era lo mejor para mí y los míos.

Debió pasar un buen rato y debí mirar muy seguida y fijamente esa sonrisa pues la chica de repente estaba junto a mí pidiéndome explicaciones. Vuelto en mí le dí las gracias, pagué y me fuí.

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