¿Desde cuando estás conmigo?¿Cuándo decidiste cogerme del brazo y acompañarme? Creo recordar que han pasado 7 años. Mucho tiempo es ese.
No me sorprendiste cuando te agarraste a mi con tanta fuerza que, aún hoy, sigo notando la frialdad de tus brazos. Ya nos habíamos conocido antes. Yo ya sabía tu nombre y como eras mucho antes de que tu siquiera te fijaras en mí, y desde el primer momento supe que estarías conmigo, y lo desee con fuerza.
Has sido fiel. 7 años son muchos, y más para una relación como la nuestra. Has estado conmigo siempre, enseñándome cosas, y no sólo del mundo, sino también de mí mismo, haciendo que conociese e identificase hasta las más leve de las sensaciones de mi cuerpo y comprendiendo todas mis limitaciones. Te lo debo a ti y siempre te estaré agradecido por ello.
Yo también te abracé con la misma fuerza que tú a mi, creyendo que eras tú lo que yo necesitaba. A veces creo que fue por la maldita desesperación de no encontrar otra salida la que hizo que me agarrara a ti con toda la fuerza de esa desesperación. No me he arrepentido nunca de la decisión que me unió a ti y que aún me hace caminar a tu lado cada día.
Nunca has pedido nada para ti, si bien es cierto que todo yo te pertenecía desde el primer momento en el que me miraste. Todo te lo entregué para que dispusieras de ello como mejor creyeras conveniente. Has guiado mis pasos, has marcado mi destino de estos años como si fuera tu obligación, no, mejor dicho, tu trabajo. Pero empieza a ser un precio demasiado alto el que pides por ese trabajo. Empiezo a sentir que no eres tú, ni lo que me ofreces lo que yo merezco, a lo que tengo derecho. Puede sonar prepotente, pero creo que ya está bien de pagar las tasas que me has impuesto. He renegado del mundo y he luchado para apartar al mundo de mi y entregártelo todo sin reservas, sin miedo, sin vuelta atrás. Pero empieza a ser un precio demasiado alto.
Aunque siempre me has escuchado no he sentido ese abrazo que he necesitado tantas veces, ese calor tan ansiado. Aunque me has enseñado a vivir mi vida nunca he visto que la compartieras conmigo. ¿Y los besos?¿Donde están los besos? No me los diste. Nunca me has cogido de la mano y me la has apretado pensando que así no me iría de tu lado. Yo te he necesitado y lo sabes, pero ¿yo he sentido alguna vez que tu me necesites?
He intentado terminar con esto y tu bien lo sabes. He creído encontrar lo que necesitaba fuera, y es posible que lo fuera, pero no pudo ser, y no por que yo dejara de intentarlo. Siempre termino en el mismo callejón oscuro, frío y solitario que me devuelve a ti. Nunca me lo has reprochado. El silencio es tu respuesta, te resignas y continuas como si nada hubiera pasado. Pero creo que es por que saboteas mis intentos de escapar.
¡Ya basta! Por favor, ¡Déjame! Te lo pido con el corazón en la mano, te lo ruego. Sé que soy tu mejor amante, yo mismo he proclamado a los cuatro vientos que soy tu legítimo consorte, pero el cansancio y la tristeza han anidado en eso que llaman alma tan hondo que no me dejarán a menos que tú, y sólo tú, decidas cortar con todo. Es la única manera, pues has visto que yo no he conseguido salir de tus garras. Has de ser tú quien decida cuando puedo irme de tu lado.
No sabes cómo me duele ver las parejas felices por la calle, mirándose con esos ojos que hablan por sus bocas, que dicen todo sin palabras. No sabes cómo detesto ver los besos de pasión en la despedida, que muestra una cruda amargura, pero una amargura que durará un lapso de tiempo tan breve, ellos lo saben, y que no llegarán a sentirse como me siento yo. Llego a odiarlos sin medida, llego a odiar su felicidad hasta mal decirlos. Pues en eso me has convertido, en un ser maldito. En alguien que quemaría lo que no puede tener y que tanto ansía.
La única forma de volver a estar tranquilo, y por que no, feliz, será cuando te sustituyan de mi lado. Y me abandones por siempre jamás. ¿Jamás? Ni yo mismo me le creo, pues serán incontables las ocasiones en las que yo te llame pidiéndote auxilio, pidiéndote que me ayudes a reencontrar mi camino o mi ser, y acudirás veloz y serás tan efectiva como siempre has sido. Pero quiero que eso pase cuando yo quiera, no cuando me obligues o me obliguen. Quiero poder decidirlo, decidir cuándo y cuánto.
Pero si no me vas a dejar partir, sino puedes verme separado de tu lado, hazme saber tu decisión lo antes posible para acatarla, y así convertirme en tu acompañante, en el Consorte de la Soledad.
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