Hace tiempo estaba sentado en un sofá, pensando en mis tonterías cuando un tema algo más relevante se hizo un hueco en mi mente, empujando, poco a poco, al resto de cosas y dejando mi mente vacía. Era la muerte, o el cielo. Mi mente me dió tal impresión que mi cuerpo acusó el golpe, sentí como todo mi ser sentía, veía, aceptaba lo que mi cerebro decía: ¡No existe vida destrás de la muerte! Me quedé sin respiración, quieto, inmovil, sin poder decir nada, mi mente se llenó de ello.
Lo vi tan claro, tan seguro estuve de lo que sentí que ,atraves de todo ello llegué a otra conclusión obvia: Dios no existe, y si existe un ente superior, que no descarto, no es ese atento y amante padre. Será otra cosa, que no sé explicar, ni podré, pues mi mente, como la de todo ser humana, es limitada y autolimitada.
Ha pasado el tiempo y sigo creyendo lo mismo, no hay cielo, no hay infierno, simplemente, no hay vida después de la muerte. Somos cuerpos con energía que tras nuestro fin, nos convertimos en nada. Nuestro cuerpo vuelve a la tierra, nuestra energía interna, nuestra alma...Deja de existir, desapareciendo todo lo que somos.
Para apoyar esta idea, como historiador que soy, empecé a pensar en el ser humano y la evolución de las religiones, que son las que nos hablan de la vida eterna, de los dioses.
¿Porqué nace la religión?
Tememos lo que no conocemos. Temimos al sol y lo convertimos en un dios, nos aterrorizaba el mar y lo hicimos gobernar por un dios. No queríamos ver la muerte y le dimos un guía, que era, por supuesto, un dios.
Han pasado miles de años, y con la ciencia hemos dejado de creer en dioses, con la razón hemos eliminado miedos y edificado el conocimiento. Ya entendemos cómo gira la luna, y como esto afecta las mareas, así Selene dejó de ser diosa. Sabemos el porqué de las erupciones volcánicas y cual es su origen y Vulcano no volvió a ser exaltado. Pero una pregunta sigue sin ser respondida, la muerte. Nadie puede estudiarla salvo en sus acciones en la tierra. Nadie sabe que le pasa a la esencia de nuestro ser, a nuestra alma, a la persona. La tememos, no queremos dejar esta vida, pues es lo que conocemos, no queremos creer que sólo estamos aquí para unos pocos años.
Para no sentirnos tan indefensos seguimos creando dioses, algo a lo que aferrarnos en la única parte de nuestra vida que afrontamos solos. Creamos religiones con el único trasfondo real de darnos una respuesta que nos deje apartar nuestro miedo a desaparecer. Tanto es el miedo que le tenemos a la muerte.
¿Porqué un dios?
Nuestra religión cristiana (no es ahora el momento de considerarla o enjuiciarla) se basa en un Dios, en nuestro Padre creador, que nos cuida, nos atiende y, de vez encuando, nos ayuda. El cristianismo dijo que Dios padre envió a su único hijo para salvarnos, que nos dió lo que mas amaba por nosotros. ¡Mentira!
¿Tan egocentricos somos que en los millones de galaxias de que el universo está compuesto somos los únicos seres vivos?¿Tan increibles nos consideramos como para tener la absoluta atención del ser más poderoso del universo?¿creemos que tenemos a alguien que nos mira y mira por nuestros intereses? Siempre decimos que somos incapaces de comprender a Dios como las hormigas son incapaces de comprendernos. ¿Acaso nosotros nos preocupamos de las hormigas?¿Las miramos como si fueran hijas nuestras?
Por dios, no! en este campo no seamos niños miedicas y malcriados. No puedo dar la respuesta de por qué estamos aquí. No pienso perder el tiempo en rezar a algo que no existe. Sólo sé que estoy aquí por un tiempo limitado y con una capacidad de acción también limitada y que el tiempo que tenga es para intentar ser feliz. Aprovechar mi vida al máximo para que cuando llegue el fin de mis días pueda sentirme agusto de desaparecer.
Soy un ser humano sin dios y avocado a desaparecer, por tanto no tengo mas alternativa que disfrutar de lo que tengo.
martes, 2 de diciembre de 2008
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aunque este post tiene ya sus 2 años y medio, me ha parecido cojonudo, incluso he pensado así muchas veces. Saludos desde Madrid.
ResponderEliminarAttmnt. Guillermo Escudero.