Ahora mismo me encuentro enfrascado en la lectura de
La democracia en América de Alexis de Tocqueville y me he encontrado con esto:
[...]Sea como fuere, llegan épocas en las que los cambios que se operan en la Constitución política y el estado social de los pueblos son tan lentos e imperceptibles que los hombres creen haber llegado a un estado final. El espíritu humano se cree entonces firmemente asentado sobre unas bases seguras y no dirige su mirada allende un cierto horizonte. Es la época de las intrigas de los pequeños partidos.
[...]Los pequeños partidos , por el contrario, carecen de fe política en general. Como no se sienten elevados y sostenidos por grandes objetivos, su carácter está teñido de un egoísmo que aparece de manera ostensible en cada uno de sus actos. Se irritan siempre con facilidad y su lenguaje es violento, pero su deambular es tímido e incierto. Los medios que emplean son miserables, como el propio objetivo que se proponen. De ahí que cuando un tiempo de calma sucede a una revolución violenta, los grandes hombres parecen desaparecer de golpe y las almas se encierran sobre sí mismas.
Este libro fue publicado en dos partes entre 1835 y 1840 y es un análisis sobre el sistema democrático americano a través de los ojos de un francés. Han pasado más de 170 años y muchas de las ideas que enuncia y defiende el autor son perfectamente extrapolables a nuestra sociedad y política actual, sobre todo la Occidental, que se regodea en su propia mediocridad.
Al leer este minúsculo extracto seguro que habéis pensado en nuestros grandes y valiosos políticos, en sus espionajes y fraudes, en sus mentiras y falsedades. Por todo ello está claro que no encontramos en un momento lleno de "pequeños partidos" más interesados en sus ganancias egoistas que en vislumbrar una mejor situación de los ciudadanos a los que dicen representar y defender.
Algo parecido escribió Eduardo Mendoza en su libro
La verdad del caso Savolta.